"Promoviendo la Participación Ciudadana"

sd-05

InicioEDITORIALESEditorialesSlim se apodera hábilmente del Aeropuerto

Slim se apodera hábilmente del Aeropuerto

slim-amlo

Columna Geopolítica del 10 de octubre de 2018

Jorge Miguel Ramírez Pérez.

No cabe duda de que quien tiene todas las fichas del dominó gana. La mayoría planea linealmente y las secuencias son lentas porque un requisito o escollo puede detener todo el proceso, y la estrategia, así planteada, depende de otros, error grave porque como asentaba Nicolás Maquiavelo hay que evitar depender de voluntades ajenas. Otros con mas experiencia en navegar aguas procelosas hacen planeación heurística, lo que los griegos identificaban como no convencional, mediante la creatividad y el pensamiento lateral para innovar y ganar terreno en el método.

Los empresarios que le entraron al NAICM no son novatos y por principio de cuentas lograron que Peña gastara 100 mil millones en ellos, un dineral que con mucho se destinó a movimiento de tierras, obras con el componente de menor tecnología de lo que sigue.

Lo demás ha corrido con el entusiasmo de un buen técnico que es Jiménez Espriú, que tal vez está poco familiarizado en las componendas del tipo de las que se han gastado en este sexenio, que ratifica la conseja popular de que las pérdidas las absorbe el fisco y las utilidades los empresarios, consigna que no nada más se aplica a México, sino que en nuestro país las hacen más notorias.

En ese tinglado, el ingeniero Riobóo, un empresario de la construcción muy conocido en la capital principalmente, cuyo historial es menos drástico que otros constructores, se podría decir que pasa el examen por no destacarse particularmente como abusivo; fue el que analizó costos e hizo el intento de que la obra se suspendiera para hacer otra, que tal vez fuera Santa Lucía, porque al final siempre salen que hay algo que descalifican a los sitios y esos son los argumentos de los intereses, que invocan hasta el derretimiento de los polos, con tal de definir el lugar que da las ganancias.

Y entonces siguió el maremoto de especulaciones hasta llegar a la consulta que López Obrador dio como salida. A propósito, me imagino, de iniciar si resulta, por medio de esta vía, a soluciones de gobierno, en particular de obra pública con la anuencia simbólica de la gente. Al menos para que se diga que pelaron a la gente, que como dije, en el papel de contribuyentes, no todos son los que van a pagar las rectificaciones y los fracasos.

Tirar el abuso que es todo el NAICM y el daño ecológico que causa adicionalmente, es molestamente inevitable. El esquema de financiamiento ya afectó al gobierno. Cancelar ese mecanismo o el proyecto sale más caro el caldo que las albóndigas, porque todos los afectados en sus intereses se irían a las cortes hasta internacionales y ese camino ni siquiera debe mencionarse, porque los que armaron todo el rollo les estregaron a los beneficiaros todo, lo que se llama todo. Lógico, están en la polla.

Por eso Carlos Urzúa, a quien le toca el papel de próximo villano al frente de Hacienda y dentro de la ortodoxia de esa Secretaría, había previsto 80 mil millones para el Aeropuerto, me imagino que en el borrador del presupuesto, cuando le llegó el parón lógico de López Obrador que entendido que es un billetote que no tiene retorno en el corto plazo, ya sentenció: si quieren seguirle será con su dinero. Porque no hay de otra. Estuvo bien, sólo que...

Un pequeño detalle: lo invertido tendrán que registrarlo como sociedad de los inminentes concesionarios, que por la vía de los hechos consumados se quedan con el aeropuerto; encabezando el magnate mexicano Carlos Slim, que además es el que maneja a los ingenieros del país que lo reconocen realmente como un profesionista de excepción.

Así que si revisa usted en su mente todo el asunto, se va a dar cuenta de que Slim estuvo en las vanguardias del apoyo al NAICM como en las de su crítica, sin perder una sola jugada para que la obra más importante de la Ciudad de México se quede en sus manos.

Y nadie puede decir mucho en contra por la forma como se va a hacer, sin reglas claras y sin soporte jurídico preciso. Pero el gobierno de Peña, el de mañana y los empresarios no tienen para donde hacerse.

O la beben o la derraman.

Porque lo único que resta es derrumbar el daño ambiental, pero ése es un hecho incontrovertible porque se hizo en todo el vaso de Texcoco, los que autorizaron absurdamente su desecación hace muchas décadas, los fraccionadores originales, los que saturaron la zona con la anuencia de los gobernadores mexiquenses desde Hank González y los que construyeron allí el aeropuerto que opera. Así que aunque tiene razón José Luis Luege y los expertos que se oponen, es hablar de otra inversión mayor que no tiene utilidades y por eso, siguiendo la tradición de posponer lo importante, se va a la cola...